La trampa del talento propio

La trampa del talento propio

Gabriel PardiFuturo del trabajo

La trampa del talento propio

Escuché atentamente a los líderes de RRHH en el panel "Visión 300 – La mejor empresa para trabajar" organizado por Clarín. Se habló de escasez de talento, de la “batalla por conseguirlo”, de propósito y cultura como claves para atraerlo o lograr que permanezca.

Pero mientras los oía, una pregunta incómoda se me hizo evidente:

¿Seguimos operando con un manual escrito para otro tiempo?

Escuché atentamente a los líderes de RRHH en el panel "Visión 300 – La mejor empresa para trabajar" organizado por Clarín. Se habló de escasez de talento, de la “batalla por conseguirlo”, de propósito y cultura como claves para atraerlo o lograr que permanezca.

Pero mientras los oía, una pregunta incómoda se me hizo evidente:

Durante décadas, los modelos de gestión trataron a las organizaciones como sistemas cerrados, casi castillos medievales. Había que atraer a los mejores soldados y mantenerlos dentro de las murallas.

El problema es que ese manual nació antes del auge de la IA y de la disolución de las fronteras del trabajo. Como advierte Jurgen Appelo, es como querer navegar la web con Windows 95.

Hoy las organizaciones ya no son fortalezas. Son ecosistemas híbridos: humanos, agentes de IA, contratistas, freelancers, “equipos flash”.

El talento ya no está solo dentro.
Está en todas partes.

Y la verdadera ventaja no reside en quién tiene más soldados, sino en quién sabe movilizar los recursos y lograr las mejores alianzas.

Si RRHH se enfoca únicamente en “gestionar personas internas”, corre el riesgo de ser el mejor decorador de interiores… de un castillo que ya está siendo asediado.

La función estratégica de la gestión del talento en el siglo XXI no es custodiar murallas, sino diseñar puentes.
No es solo gestionar personas: es orquestar la inteligencia colectiva, más allá de cualquier frontera.

Ese es el trabajo que me apasiona como Productor Ejecutivo del trabajo que fluye: ayudar a los líderes a pasar de la lógica de fortaleza al pensamiento de ecosistema.

Porque la pregunta ya no es cómo logramos que la gente se quede, sino cómo hacemos fluir la capacidad —humana y tecnológica— hacia donde más valor puede crear.

Fuentes que inspiraron esta reflexión (mi artículo intenta ser el puente entre ambos):