
El post de Diego Leiguarda en LinkedIn sobre El Eternauta me dejó pensando en algo más profundo: la naturaleza de las grietas que atraviesan nuestras empresas y sociedad.
Porque lo que él señala —esa tensión entre el “nadie se salva solo” y el “sálvese quien pueda”— no es solo un dilema moral o cultural.
Es biológico.
Nuestro cerebro no vino de fábrica para “amar a toda la humanidad”.
Vino programado para asegurar la supervivencia de nuestra tribu.
Eso significa que operamos con 2 sistemas:
✅ Para "Nosotros (el endogrupo)": se activan la lealtad y la reciprocidad. Ahí sí, el “nadie se salva solo” tiene sentido.
❌ Para "Ellos (el exogrupo)": se activan la desconfianza y la indiferencia. Y la regla pasa a ser “sálvese quien pueda”.
Cuando Juan y Elena huyen, su “Nosotros” se reduce a su familia.
Cuando los vecinos negocian la casa rodante, su “Nosotros” es su propio núcleo.
En El Eternauta, bajo la presión extrema, ese círculo se encoge sin parar.
Por eso, la frase “nadie se salva solo” no es incorrecta: es tribal.
Significa “nadie de los nuestros se salva solo”.
El problema es que la definición de “los nuestros” es frágil y cambia con el miedo.
Y ahí está la raíz de casi todas las grietas, incluidas las empresariales.
Los famosos silos organizacionales no son otra cosa que esa mente tribal operando en modo supervivencia.
El verdadero desafío, entonces, no es solo tener el coraje de decir lo que vemos, como bien apunta Diego. El verdadero reto es ampliar el círculo de "los nuestros" hasta que incluya a todo el ecosistema.
Porque solo cuando el "Nosotros" es lo suficientemente grande, la salida empieza a ser realmente colectiva.
