
¿Conoces la historia? En 1983, en Australia, se organizó una de las ultramaratones más duras del mundo: 875 kilómetros entre Sídney y Melbourne.
A la largada llegaron atletas jóvenes, musculosos, con patrocinadores brillando en sus camisetas, ropa deportiva de última moda y planes de nutrición cuidadosamente diseñados.
Y, entre todos ellos, apareció Cliff Young.
- Un granjero de 61 años.
- Con botas de goma.
- Sin entrenador.
- Sin patrocinadores.
La prensa se rio.
Los demás corredores lo miraron como a un abuelo despistado que se equivocó de evento. Todos estaban convencidos de que abandonaría antes de la primera noche.
Lo que nadie sabía es que Cliff tenía un superpoder: no estaba limitado por los mismos manuales mentales que los demás.
Los corredores “de verdad” sabían que en estas pruebas se corre 18 horas y se duerme 6.
Cliff no lo sabía, así que no durmió.
Los demás tenían una “técnica depurada”. Cliff corrió con su trote arrastrado, que luego se convertiría en una técnica imitada.
Ellos pensaban que a los 61 años el cuerpo no aguanta semejante esfuerzo.
Cliff ni lo pensaba, porque su entrenamiento había sido su vida misma: correr durante días tras sus ovejas para que no las alcanzara la tormenta.
Y mientras todos hacían lo que “había que hacer”, Cliff corrió cinco días y cinco noches seguidas.
Cruzó la meta primero, diez horas antes que el segundo.
Y como no corrió por el premio (USD10.000), lo repartió entre los cinco que llegaron.
La ironía es hermosa: los verdaderamente limitados no eran los que parecían más frágiles, sino los que creían demasiado en lo que se suponía que era posible.
Cliff corrió sin prejuicios. Y ganó.
La historia de Cliff Young no es sobre correr.
Es sobre las jaulas invisibles en las que operamos.
Algunas de esas jaulas están en el "sistema": los manuales, las “mejores prácticas”, la opinión de los expertos.
Son reglas, escritas o no, que dictan “cómo se deben hacer las cosas aquí”.
Los atletas de élite, la prensa y el público eran prisioneros de esta jaula; expertos en un juego que se podía jugar de otra manera para ganar.
Pero hay otras jaulas, las más comunes, que son las de los prejuicios cotidianos: las que nos autoimponemos — “ya es tarde para mí”— y las que imponemos a otros —a colegas, a pares, a equipos— descartando su potencial solo porque sus “botas de goma” no encajan en nuestro molde.
En muchas organizaciones, esta doble jaula es casi epidémica. Tenemos corredores siguiendo manuales desactualizados, mientras talentos brillantes se auto-descartan o son descartados por no encajar.
La historia de Cliff es una invitación a liberarnos dos veces: revisar con valentía los manuales y despojarnos, con humildad, de nuestros prejuicios.
La pregunta es sencilla:
¿Qué carrera no estamos corriendo —o no dejamos correr a otros— por un límite que quizá sea solo un cuento viejo?
Teniendo clara la meta, solo queda lo esencial:
🔷 Tener el coraje de correr nuestra propia carrera.
🔷 Y dejar espacio —e incluso alentar— para que los otros corran la suya.
La Charla de Resonancia es el primer paso liberarte de tus jaulas.