
Una reflexión sobre el "workslop", la nueva amenaza a la productividad y la confianza.
Hace unos días, el artículo en Harvard Business Review "AI-Generated “Workslop” Is Destroying Productivity" puso nombre a un fenómeno que muchos ya percibíamos: el Workslop.
Una combinación de work (trabajo) y slop (desperdicio).
No es ciencia ficción. Es algo cada vez más cotidiano: correos automáticos que nadie lee, informes que suman volumen pero no valor, presentaciones sin sustancia. Un drenaje de energía, frustrante, que frena nuestro avance.
Ampliando el concepto podríamos decir que el workslop es todo aquel trabajo que no contribuye al propósito y a los objetivos del negocio.
Los que llevamos unos años en las organizaciones sabemos que este problema no nació con la inteligencia artificial. Siempre existió el “trabajo basura”: los PowerPoints aburridos, los Excel ilegibles, los Gráficos indescifrables...La IA no
Los que llevamos unos años en las organizaciones sabemos que este problema no nació con la inteligencia artificial. Siempre existió el “trabajo basura”: los PowerPoints aburridos, los Excel ilegibles, los Gráficos indescifrables...
La IA no inventó la irrelevancia; solo la perfeccionó y la multiplicó. Y el costo de este incremento no es menor.
Por un lado, monetario. Y por otro, mucho más peligroso, es humano.
El estudio citado por HBR lo muestra con claridad en sus gráficos: cuando los equipos reciben trabajo de baja calidad generado por IA, la percepción de sus colegas se deteriora.
- El 54% los considera menos creativos,
 - el 50% menos capaces
 - y el 42% menos confiables.
 
En otras palabras, el workslop no solo erosiona la productividad. Erosiona la confianza, y esa pérdida es mucho más difícil de recuperar.
Tal vez el problema, entonces, no sea la IA en sí misma, sino la ausencia de una mirada sistémica que la vincule con el propósito y la estrategia del negocio.
Como toda gran tecnología, la IA es un amplificador. Si encuentra propósito, amplifica el impacto. Si encuentra desconexión, amplifica el vacío.
Por eso, el verdadero desafío para la conducción no es solo aprender a escribir mejores prompts. Es, primero, redefinir qué papel debe cumplir la IA dentro del modelo operativo y cultural de la organización.
No se trata de usarla como un atajo para producir más rápido, sino de integrarla como una herramienta de colaboración consciente, que potencie el trabajo humano en lugar de vaciarlo de sentido. Y, sobre todo, implica mantener los mismos estándares de rigor y excelencia para el trabajo realizado con la IA que para el realizado solo por personas.
Cuando la IA se vuelve improductiva, no revela un fallo de la herramienta, sino un fallo de implementación.
Deja al descubierto su desconexión sistémica en el flujo del trabajo. Y, a la vez, el inmenso potencial que podríamos recuperar si la integramos con conciencia y estrategia.
Comprender y reconectar esos puntos no es un ejercicio técnico, sino de liderazgo.
Y ese es, precisamente, el núcleo de mi trabajo como Productor Ejecutivo del trabajo que fluye: ser el arquitecto que ayuda a los líderes a alinear el propósito con las capacidades (humanas y tecnológicas) para lograrlo.
Si sientes que tu organización está empezando a ahogarse en este "trabajo basura", la Charla de Resonancia es el primer paso para encontrar el oxígeno.

